martes, 2 de agosto de 2011

IGLESIA

I G L E S I A :   C R I S I S   Y   E S P E R A N Z A,  José  Comblin
Chile. Marzo  de  2010 (recepción).


Charla en el Encuentro de Teología, en Chile. PR, junio de 2010.


            En muchas personas hay un cierto desconcierto en la situación actual en la Iglesia: una sensación de inseguridad. “Que nada les perturbe, nada les provoque temor”, decía santa Teresa.
Cuando era joven conocí una experiencia semejante y tal vez peor. Era el pontificado de Pío 12. Pío 12 había condenado todos los teólogos importantes de esa época, todos los movimientos sociales importantes, el movimiento de los sacerdotes obreros en Francia, en Bélgica… Nosotros como seminaristas, jóvenes sacerdotes estábamos más desconcertados. Nos preguntábamos: “¿Todavía hay porvenir?”. Había leído una biografía del papa Pío 12 por un autor austríaco, el jesuita Leiber. Era el confesor del papa y profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma. Decía así: “Hoy día la situación de la Iglesia católica es igual a un castillo medieval: cercado de agua, levantaron el puente y echaron las llaves a las aguas. Ya no hay manera de salir, o sea la Iglesia está cortada del mundo: no tiene más ninguna posibilidad de entrar”. Después de esto vino Juan 23 y allí todos los que habían sido perseguidos, de repente son las luces en el Concilio, de repente todas las prohibiciones se levantan. Allí renació entonces la esperanza. Digo esto para que no se perturben: algo vendrá, algo vendrá, que no se sabe qué, pero siempre algo pasa. ¿Cómo explicar esta situación?
Estamos acercándonos a la fase final de la cristiandad. Ya muchos libros han anunciado la muerte de la cristiandad. Pero, está agonizando ya desde 200 años. Todavía puede continuar su agonía durante algunas décadas. La Iglesia ha dejado de ser la consciencia de mundo occidental, ha dejado de ser la fuerza que animó, aclara, explica la cultura y la fuente de la política, la fuente de la economía, la fuente de todo: lo que fue durante el tiempo de la cristiandad. Esto se ha destruido progresivamente desde la revolución francesa y aquí desde la independencia y la separación del imperio español. Entonces poco a poco, han aparecido muchos profetas diciendo: “Ya se ha muerto la cristiandad”.
Pero la fachada es tan fuerte, resiste tanto que mantiene una tensión constante. Pero ahora sí, creo que la cristiandad está entrando en sus fases finales. Una señal es lo que pasó con la encíclica “Caritas in veritate”. ¿Cuántas personas aquí habrán leído la encíclica? ¿Qué repercusión ha tenido en el mundo? Impresionante silencio. Tal vez silencio respetuoso, pero más probablemente silencio de indiferencia. Ya a nadie le importa la doctrina social de la Iglesia. Ha dejado de ser interesante por lo que sucede en la realidad concreta. Hace unos años, un sociólogo jesuita muy importante, el padre Cálvez, que tuvo un papel importante en la fundación y mantención de la doctrina social de la Iglesia, publicó un libro con este título: “Los silencios de la doctrina social de la Iglesia”. Todavía está en silencio. Deja de entrar con fuerza en los problemas del mundo actual. Entonces queda con teorías tan vagas, tan abstractas, tan generales, la carta “Caritas en veritate”. Podría ser firmada por el Fondo Monetario Internacional sin problema, por el Banco Mundial: muy bien. No hay absolutamente nada que incomode a esas agencias. Eso es una señal.
Otra señal. La Conferencia de Aparecida ha dicho muchísimas cosas muy buenas: pero… Quiere transformar la Iglesia en una misión; pasar de una Iglesia de conservación a una Iglesia de misión. Sólo piensan que eso va a ser hecho por las mismas instituciones que no son de misión y que son de conservación: las diócesis, las parroquias, los seminarios, las congregaciones religiosas… De repente un milagro, y van a transformarse en misioneros. Hace 3 años ya: ¿qué pasó en sus diócesis? No sé cómo es aquí; pero en Brasil no veo mucha transformación. Es decir la cristiandad se está disolviendo progresivamente.
Pero después; el problema es después. Después: ¿qué? ¿qué viene? ¿cómo? De ahí la inseguridad porque no sabemos lo que viene después. Quedémonos con lo que dice santa Teresa: no nos perturbemos. Esto ya sucedió muchas veces en la historia y va a suceder probablemente muchas veces. Hay que aprender a resistir, aguantar, no dejarse desanimar o perder la esperanza por eso que sucede.
Lo que sucede es que, en Roma, no se convencen de que la cristiandad ha muerto. Creen que las encíclicas iluminan el mundo, creen que las instituciones eclesiásticas iluminan y conducen el mundo. Es un mundo cerrado que de hecho vive en un castillo medieval, cercado de agua. Entonces, ¿qué pasa? Vamos a ver cómo interpretar, cómo ver lo que está pasando. Y de allí cuál es el método teológico que conviene para esto.
Hay que partir de una distinción básica que ya varios teólogos han propuesto, entre el Evangelio y la religión. El Evangelio viene de Jesucristo; la religión no viene de Jesucristo. El Evangelio no es religioso: Jesús no ha fundado ninguna religión, no ha fundado ritos, no ha enseñado doctrinas, no ha organizado un sistema de gobierno. Nada de esto. Se dedicó a anunciar, promover el Reino de Dios, o sea un cambio radical de toda la humanidad bajo todos sus aspectos, un cambio cuyos autores serán los pobres. Se dirige a los pobres pensando que solamente ellos son capaces de actuar con esa sinceridad, con esa sinceridad para promover un mundo nuevo. Eso sería un mensaje político, no en el sentido político que propone un plan, una manera. No, la inteligencia humana será suficiente. Pero político como meta, porque esto es una orientación dada a toda la humanidad.
Y ¿la religión? Jesús no ha fundado ninguna religión. Pero sus discípulos, sí. Sus discípulos han creado una religión a partir de él. ¿Por qué? por qué la religión es algo indispensable para los seres humanos: no se puede vivir sin religión. Si la religión actual aquí se desintegra, hay 38,000 religiones censadas en Estados Unidos. No faltan religiones. El ser humano no puede vivir sin religión, aunque se aparte de las grandes religiones tradicionales. Entonces, la religión es una creación humana.
Entre la religión cristiana y las demás religiones, la estructura es igual. Hay una mitología cristiana como hay una mitología hinduista, sintoísta, confucianista… Eso es parte indispensable para toda la humanidad, o sea cómo interpretar todo lo incomprensible de la humanidad con la intervención de seres, de entidades sobrenaturales fuera de este que están dirigiendo en realidad. En 2º lugar, una religión son ritos, para apartar las amenazas y para acercarse a los beneficios. Todas tienen ritos, todas tienen gentes separadas, preparadas para administrar los ritos, para enseñar la mitología. Eso es común a todas. Esto sucede con los cristianos también: ¿cómo podrían vivir sin religión?
¿Cómo empezó esta religión? Bueno, esto empezó cuando Jesús se transformó en objeto de culto. Lo que sucedió bastante temprano, sobre todo entre los discípulos que no lo habían conocido, que no habían vivido con él, no habían estado cerca, la generación siguiente, los que vivían más distante y lejos. Entonces Jesús se transformó en objeto de culto. Con eso, se deshumanizó progresivamente. El culto de Jesús va remplazando el seguimiento de Jesús. Jesús nunca había pedido a los discípulos un acto de culto, nunca había pedido un rito que le ofrecieran: nunca. Pero sí, quería el seguimiento, su seguimiento. Esa dualidad comienza a aparecer temprano: 30-40 años después de la muerte de Jesús aparece con fuerza suficiente para que Marcos escribiera su Evangelio. Justamente Marcos escribió su Evangelio para protestar contra estas tendencias de deshumanización, o sea de hacer de Jesús un objeto de culto. Ahí justamente este Evangelio es una palabra de profeta para recordar que Jesús era eso, ha hecho eso, vivió aquí en este mundo, vivió aquí en esta tierra.
Con el desarrollo que se hizo con la religión cristiana, progresivamente esa tentación apareció. Dio un comienzo de doctrina: el símbolo de los apóstoles. ¿Qué dice el símbolo de los apóstoles sobre Jesús? Que nació y murió. Nada más. Como si lo demás no tuviera importancia, como si la revelación de Dios no fuera justamente la misma vida de Jesús, sus actos, sus proyectos, su destino terrestre: esa es la revelación. Pero eso ya se va perdiendo de vista. Los símbolos de Nicea y Constantinopla, igual: “Cristo nació y murió”. El Concilio de Calcedonia define que Jesús tiene la naturaleza divina y la naturaleza humana. Pero, ¿qué es una naturaleza? Un ser humana no es una naturaleza; un ser humano es una vida, es un proyecto, es un desafío, o es una lucha, es una convivencia en medio de muchos otros. Eso es lo que es fundamental si queremos hacer el seguimiento de Jesús.
Progresivamente aparece, a partir de los primeros concilios, un distanciamiento entre la religión que se forma. Con Nicea y Constantinopla ya hay un núcleo de enseñanzas, un núcleo de teología y la Iglesia se va a dedicar a defender, promover, aumentar esa teología.
Ya han organizado grandes liturgias y ya se ha organizado un clero. El clero como clase separada es una invención de Constantino, o sea hasta Constantino no había distinción entre personas sagradas y personas profanas: todos laicos, porque Jesús no había previsto… Al revés: apartó la clase sacerdotal y no había previsto de ninguna manera que apareciera otra clase sacerdotales, porque todos son iguales. Y no personas sagradas y no sagradas porque para Jesús no hay diferencia entre sagrado y profano: todo es sagrado o todo es profano. Ahora en la religión hay una distinción básica entre sagrado y profano: todas las religiones. Y hay un clero que se dedica a lo que es sagrado y los otros que están en lo profano son receptores, no son actores, no tienen ningún papel activo. Para tener un papel activo hay que ser realmente consagrado. Eso comienza al tiempo de Constantino.
Entonces, la evolución siguiente: a partir de aquello van a aparecer 2 líneas en la historia cristiana: los que, como en el Evangelio de Marcos, quieren que Jesús ha venido para recordar el camino: vino para que lo sigamos; eso es lo básico, lo fundamental. Una línea que va a renovar, a aplicar en diversas épocas históricas lo que fue la vida de Jesús y así como lo enseñó. En toda la historia podemos seguir. Claro que no sabemos todo porque la gran mayoría de lo que siguieron el camino de Jesús fueron pobres, de los que nunca se habló en los libros de historia. Entonces no han dejado documentos. Pero hay personas e instituciones que han dejado documentos. Con eso podemos acompañar dónde, en la historia de la Iglesia cristiana, aparece el Evangelio, dónde progresivamente se buscó la vivencia del Evangelio. Los que buscaron radicalmente el camino del Evangelio siempre fueron minorías, como decía don Helder Cámara, “minorías abrahámicas”.
La mayoría está en el otro polo: en la religión, o sea dedicándose a la doctrina. Enseña la doctrina, enseña la doctrina contra los herejes, contra las herejías. Eso fue una de las grandes tareas. Practica los ritos y forma la clase sagrada, la clase sacerdotal.
Eso nos lleva a una distinción que va a manifestarse en toda la historia: el polo-Evangelio está en lucha con el polo-religión y el polo-religión con el polo-Evangelio. Toda la historia cristiana es una contradicción permanente, constante, porque hay los que se dedican a la religión y los que se dedican al Evangelio. Claro que hay intermediarios y así no hay pureza total no de un lado ni del otro lado. Pero hay en la historia, visiblemente, 2 historias, 2 grupos que se manifiestan. La historia oficial, la que nos daban cuando yo era joven, era historia de la institución eclesiástica: sólo se hablaba de la religión, suponiendo que la religión era la introducción al Evangelio; pero eso es una suposición, o sea, puede pensarse que todo lo que nacido como religión en el sistema católico viene de Jesús, como se decía en la teología tradicional en tiempos de la cristiandad, que todo lo que hay en la Iglesia católica romana viene de Jesús. Con muchos malabarismos teológicos se logra mostrar que tiene su raíz en Jesús, no tiene su raíz en otras religiones, en otras culturas, como si los cristianos que se convierten a la Iglesia fueran totalmente puros de toda cultura, de toda religión. Todos traen su cultura, traen su religión, introducen en su vida cristiana elementos que son de su religión anterior, que son de su cultura. Por eso hacen una religión que es ambigua, compleja; es inevitable, porque los seres humanos que entran en la Iglesia no son ángeles, ellos entran cargados de siglos y siglos de historia, siglos y siglos de transmisión cultural. Y todo entra naturalmente allí.
De allí una oposición en materia política se muestra claramente. El Evangelio procede de Dios y por lo tanto no puede cambiar. La religión es creación humana, por lo tanto puede y debe cambiar según la evolución de la cultura, las condiciones de vida de los pueblos en general. Si la religión queda pegada a su pasado, ella es poco a poco abandonada a favor de otra religión más adaptada o más comprensible. El Evangelio se vive en la vida concreta, material, social. La religión vive en un mundo simbólico. Todo es simbólico: doctrina, ritos, sacerdotes. Todos son entidades simbólicas que no entran en la realidad material. La realidad del Evangelio es universal porque no trae ninguna cultura y porque no está asociado a ninguna cultura, a ninguna religión.
Las religiones son siempre asociadas a una cultura, por ejemplo la religión católica actual está ligada a la sub-cultura clerical romana que la modernidad ha marginalizado, que está en plena decadencia porque sus miembros no quisieron entrar en la cultura moderna. El Evangelio es renuncia al poder y a todos los poderes que existen en la sociedad. La religión busca el poder y el apoyo del poder, en todas las formas de poder; eso es tan visible. En tiempo de la prisión de los obispos en Riobamba (1976), el nuncio decía: “Si la Iglesia no tiene apoyo de los gobernantes, no puede evangelizar”. Uno podría pensar al revés: si tiene el apoyo de los poderes, será difícil evangelizar. Pero eso es la mentalidad que está como resto de la cristiandad en que la Iglesia está fundida en una unidad política-religiosa. Naturalmente estaban unidas todas las autoridades: el clero y el gobierno, el clero y el ejército, todo unido. Renunciar a eso es muy difícil, renunciar a la asociación con el poder. Voy a dar un ejemplo: mi obispo actual en el Estado de Bahía, en Brasil, es un franciscano; se llama Luis Flavio Carpio. Se hizo famoso en Brasil por una huelga de hambre, 2 huelgas de hambre, que hizo para protestar contra un proyecto faraónico del gobierno, basado en una inmensa mentira… Fue invitado el año pasado por la Iglesia alemana. Después de la invitación habló en varias ciudades alemanas. Un grupo se le acercó diciendo que venían para entregarle una donación, una ayuda para sus obras. Era bastante, unos 100,000 dólares. Preguntó de dónde venía esta plata. Le dijeron que eran algunas empresas, algunos ejecutivos. Entonces dijo: “No acepto: no quiero aceptar el dinero que fue robado a los trabajadores, lo que fue robado a los controladores del material”. Y no aceptó ninguna alianza con el poder económico. Yo no sé cuántos en el clero no aceptarían… Ese obispo es un obispo igual a san Francisco: toda su vida ha sido así. Por eso fui a vivir allí, para santificarme un poquito en contacto con una persona tan evangélica.
Y la Iglesia, ¿cómo nació? La Iglesia de la que se habla, esa realidad histórica concreta, es sobre todo el papa, los obispos, los padres, las religiosas, los religiosos, en fin ese conjunto institucional del que se habla y que provoca tanta incertidumbre. ¿Cómo nació la Iglesia? Claro que Jesús no fundó ninguna Iglesia. Él, con sus discípulos, se consideraba como un judío, o sea eran el pueblo de Israel renovado, y los primeros discípulos también: los 12 apóstoles son los patriarcas de la Iglesia, del Israel renovado. La primera conciencia era que la continuación de Israel, la perfección, la corrección de Israel.
Pero una vez que el Evangelio penetró en el mundo griego, allí Israel no significaba muchas cosas para ellos. Entonces, Pablo inventa otro nombre: da a las comunidades que funda en las ciudades el nombre de “ecclesía” lo que se traduce por “iglesia”. ¿Qué es la ecclesía? En griego, el único sentido que tiene es la asamblea del pueblo reunido que gobierna la ciudad. El pueblo reunido era en la práctica la gente más poderosa. En fin, la idea era que el pueblo, en las ciudades griegas, se gobierna a sí mismo, y lo hace en reuniones que son la ecclesía, o sea Pablo no da ningún nombre religioso a las comunidades. Las ve como un grupo destinado a ser la animación, un mensaje de transformación de todas las ciudades, de tal manera que están constituyendo el comienzo de una humanidad nueva, una humanidad donde todos son iguales, todos gobiernan a todos. Después viene la carta a los Efesios: en la carta a los Efesios se habla de Iglesia como traducción del nuevo Israel. La eclesía allí es el nuevo Israel, o sea todos los discípulos de Jesús, unidos en muchas comunidades, pero no unidos institucionalmente, unidos por la misma fe, todos constituyen la Iglesia, la gran Iglesia que constituye el cuerpo de Cristo. Todavía no existe institución.
Pero no podía continuar así. Los judíos que aceptaron el cristianismo no así abandonaron todos el judaísmo. Caundo creció el número de cristianos, el número de comunidades, allí comenzaron a penetrar algunas estructuras. En el tiempo de Pablo aún no hay presbíteros, aunque san Lucas diga lo contrario; pero san Lucas no tiene ningún valor histórico: eso ya todo el mundo lo sabe. Atribuye a Pablo lo que se hacía en su tiempo; entonces imagina que Pablo fundó presbíteros, consejos presbiterales: ¿cómo se justificaría un obispo sin ordenar sacerdotes? Entonces parece evidente un comienzo de separación todavía muy sencilla, porque no hay sacralidad, no hay nada sagrado: los presbíteros no son sagrados, así como los presbíteros de las sinagogas no eran sagrados; tenían una función, una misión de gobierno, de administración, pero no una función ritual, una función de enseñanza de una doctrina.
Después aparecieron los obispos. Al final de 2º siglo se estima que el esquema episcopal está generalizado, pero demoró bastante. Clemente de Roma, cuando publica su carta a los Corintios, dice “presbíteros”: eso no es obispos. Todavía en Roma no hay obispo. Pero se organizó el esquema episcopal. Es probable que para las luchas contra las herejías, contra el gnosticismo, se necesitaba una autoridad más fuerte, para poder enfrentar el gnosticismo y todas las nuevas religiones sincretistas que aparecen en aquel tiempo.
Y la Iglesia como institución universal, ¿cuándo aparece? Hubo en el 3º siglo concilios regionales: obispos de varias ciudades que se reunían. Pero una entidad para institucionalizar todo no existía. Quien inventó esta Iglesia universal fue el emperador Constantino. Él reunió a todos los obispos que había en el mundo romano: viajes pagados por él, alimentación pagada también por él y toda la organización del concilio fue dirigida por el emperador y los delegados del emperador. Esto constituye un precedente histórico. Hasta hoy no estamos libres de eso: que la Iglesia universal como institución haya nacido por el emperador.
Después en la historia occidental cayó el emperador romano y allí progresivamente el papa logró llegar a la función imperial. Se dieron muchas luchas en la Edad Media entre el papa y el emperador, pero siempre el papa se estimaba superior al emperador. En las cruzadas, el papa era generalísimo de todos los ejércitos cristianos; era una personalidad militar: comandante en jefe del ejército cristiano. Y dentro de la línea de los Estados pontificios, todavía esto se mantuvo.
Cuando el papa perdió el poder temporal, allí reforzó su poder sobre las Iglesias: gobernó a la Iglesia como un emperador, o sea todos los poderes son centralizados en una sola mano y con todas las señales de una corte: no hay nada de democracia en la Iglesia. ¿Quiénes orientaban al papa? la corte, los cortesanos, los que están allí cerca. Claro que él no puede hacer todo, pero en fin una corte separada del pueblo cristiano. Todavía estamos sufriendo las consecuencias de aquello. El papa Pablo 6º dijo en alguno momento que realmente había que cambiar la función actual del papa o sea de lo que hace el papa. Juan Pablo 2º en la “Unum sint” dice también hay que darse cuenta de que el gran obstáculo en el mundo de hoy es esa concentración de todos los poderes en el papa; habría que encontrar otra manera de ejercer eso. Eso para decir que todo esto pertenece a la religión.
A partir de eso, ¿cuál es la tarea de la teología? Es compleja, justamente porque tiene una tarea en el Evangelio y una tarea en la religión. La teología fue durante siglos la ideología oficial de la Iglesia. Su papel era justificar todo lo que dice y hace la Iglesia con argumentos bíblicos, con argumentos de tradición, liturgia, y un montón de cosas que yo aprendí cuando estaba en el seminario. Claro que no lo creía, pero todavía la mayoría lo cree. Entonces, ¿qué pasa?
Entonces primero: primera tarea, el Evangelio, ¿qué dice? ¿Qué es lo que es de Jesús? ¿Qué es lo que es penetración del judaísmo, penetración de otra cultura, penetración de otro tipo de religión? ¿Qué es lo que viene de Jesús según el Nuevo Testamento? Todo el Nuevo Testamento no viene de Jesús: no; las epístolas pastorales que hablan, por ejemplo, de los presbíteros: eso no viene de Jesús. Entonces la tarea de la teología consistirá en decir qué lo que es de Jesús, qué es lo que realmente quiso, qué lo que realmente hizo y en qué consiste realmente el seguimiento de Jesús.
Viendo en la historia, ¿cuáles fueron las manifestaciones, dónde, en formas diferentes, porque las situaciones culturales eran diferentes, dónde podemos reconocer la continuidad de esa línea evangélica? porque si queremos penetrar en el mundo de hoy y presentar el cristianismo al mundo de hoy, todo lo que es religioso no interesa. Lo que puede interesar es justamente el Evangelio y el testimonio evangélico. Nadie va a convertirse por la teología: usted puede hacer todas las mejores clases, nadie va hacerse cristiano por motivo de la teología, ya. Por eso me pregunto: ¿por qué en los seminarios se cree que la formación sacerdotal es enseñar la teología? Yo no entiendo, no entiendo. Hay otra cosa que hay que hacer para evangelizar; no es mucho más complejo. Por eso hace 30 años que he decidido en presencia de Dios nunca más trabajar en seminarios. Eso ya, no.
Entonces la línea evangélica es esa: san Francisco. San Francisco era un extremista. No quería que sus hermanos tuvieran libros: nada de libros. Con el Evangelio basta: no se necesita nada más. El mismo decía: “Yo, lo que enseño, no lo aprendí de nadie, ni del papa; lo aprendí de Jesús directamente, por su Evangelio”. Bueno, eso es lo que puede convencer al mundo de hoy que está en una perturbación completa y que se aparta siempre más de las Iglesias institucionales antiguas, tradicionales. Todas las grandes religiones han nacido casi como entre 1,000 y 500 años antes de Cristo, salvo el Islam que apareció después; pero es como un ramo de la tradición judeo-cristiana. Entonces, primero eso.
Segundo la religión: ¿qué hacer con la religión? Hay que examinar en todo el sistema de religión, que es lo que ayuda, que realmente ayuda a entender, a comprender, a actuar según el Evangelio. ¿Eso habrá nacido por inspiración del Espíritu en monjes, por ejemplo? Si usted ve la vida de los monjes del desierto en Egipto, eso no es un mensaje: no es un mensaje y no viene del Evangelio tampoco. O sea muchas cosas vienen no se sabe de qué tradición, tal vez puede haber sido del budismo u otras cosas así. Entonces examinar qué es lo que todavía vale hoy, y sinceramente.
Jesús no ha instituido 7 sacramentos. Hasta el siglo 12 se discutía si eran 10, 7, 5, 9, 4: no había acuerdo; finalmente han decidido que había 7. Bueno, por motivos de 7 días del Génesis, 7 planetas, el numero 7… pero hay cosas que visiblemente ya no hablan para la gente actual, por ejemplo, el sacramento de penitencia con confesión a un sacerdote. ¿Cuántos se confiesan actualmente? Hace 20 años yo atendía en la Semana santa, en una parroquia popular, a 2,000 confesiones y el párroco también 2,000 confesiones. Hoy día: 20, 30, o sea que la gente ya no responde. Eso ha sido definido en el siglo 12, 13: ¿por qué mantener algo que ya no tiene ningún significado y, al revés, que provoca mucho rechazo? O sea que uno necesite hablar con alguien, que al pecador le gusta hablar con alguien, pero no justamente al sacerdote: hay muchas personas, hay muchas mujeres que pueden hacer ese oficio mucho mejor, con más equilibrio, sin atemorizar como hacen los sacerdotes. Eso es una cosa…
Pero hay un motón de cosas que es necesario revisar porque no tienen porvenir. Entonces es inútil querer defender o mantener algo que ya es obstáculo a la evangelización y que no ayuda absolutamente en nada. En las liturgias hay muchas cosas que cambiar. La teoría del sacrificio ha sido introducida por los judíos naturalmente. En el templo se ofrece sacrificios, los sacerdotes son personas sagradas que ofrecen el sacrificio. Toda esa teoría, hoy día no significa absolutamente nada. Que el padre sea dedicado a lo sagrado para ofrecer el sacrificio y que la Eucaristía sea un sacrificio: ¿todo esto viene de Jesús? Ah, no viene de Jesús. Entonces hay que ver si eso vale o no vale. ¿Para qué mantener algo no vale?
Y después hay también la otra parte: lo que no ayuda, lo que ha sido infiltración de otras tendencias, otras corrientes, por ejemplo, la vida ascética de los monjes irlandeses. Irlanda fue la isla de los monjes. Allí los obispos no tenían autoridad; servían para ordenar sacerdotes; pero, por lo demás podían descansar. Los que mandaban eran los monjes: los monasterios eran los centros, lo que era la diócesis actualmente. Esos monjes irlandeses vivían una vida ascética, pero tan extraordinariamente deshumana para nosotros que eso es imposible que venga de Jesús, es imposible que eso ayude, porque esos hombres allí eran super-hombres, pero no existen hombres semejantes hoy. Un ejercicio de penitencia que hacían, por ejemplo, era entrar en el río -en Irlanda los ríos son fríos- y quedarse allí desnudo para rezar todos los salmos… Esa manera de entender la vida, no; no hay que considerar que eso es cristiano; no es marca de santidad tampoco; no es así que se manifiesta la santidad. Examinar todo lo que viene de allá.
Todas las congregaciones femeninas saben cuánto hay que luchar para cambiar costumbres, tradiciones que no son evangélicas. ¡Cuántos debates! Yo conozco una serie de congregaciones femeninas y ¡cuánto tiempo de desgasta en discusiones, disputas! entre las que quieren conservar todo y las que quieren abandonar lo que no sirve más y encontrar otro modo de vivir más adaptado a la situación actual.
            Entonces, la tarea de la teología… Eso: cambiar; hay que cambiar. La tradición deja de ser la ideología de todo el sistema romano: esa no tiene porvenir. Ese tipo de teología ya hace tiempo que ha sido progresivamente abandonada.
En América Latina apareció algo: hemos conocido un nuevo franciscanismo, o sea, una nueva etapa, pero radical, de vida evangélica. ¿Cuando nació? He hablado de los obispos que han participado de eso y que animaron Medellín y de la opción por los pobres: son los santos padres de América Latina. Si hay que marcar el origen del nuevo evangelismo de la Iglesia latinoamericana, yo diría, -no se olviden-, el 16 de noviembre de 1965. En ese día, en una catacumba de Roma, 40 obispos, la mayoría latinoamericanos, incitados por Helder Cámara, se juntaron y firmaron lo que se llamó “el Pacto de las Catacumbas”. Allí se comprometían a vivir pobres, en la comida, en el transporte, en la habitación. Se comprometen; no dicen lo que habría que hacer; se comprometen y de hecho lo hicieron después, una vez que llegaron a sus diócesis. Y después: a dar prioridad en todas sus actividades a lo que es de los pobres, o sea dejar muchas cosas para dedicarse prioritariamente a los pobres, o sea, una serie de cosas que van en el mismo sentido. Esos fueron los que animaron la Conferencia de Medellín. O sea, aquí nació.
Y tuvieron un contexto favorable: el Espíritu Santo ya en aquel tiempo había suscitado una serie de personas evangélicas. Las Comunidades Eclesiales de Base habían nacido ya. Religiosas insertas en las comunidades populares ya había. Pero, eran pocos y se sentían un poco como marginados en medio de los otros. Medellín les dio como una legitimidad y al mismo tiempo una animación muy grande, y se expandió. ¿Fue toda la Iglesia latinoamericana? Claro que no. Siempre es una minoría. Un día, me acuerdo, le preguntaron al cardenal Arns -un santo, hemos vivido muy buenas relaciones de amistad-… un periodista le había preguntado: “usted, señor cardenal, aquí en Sao Paolo tiene mucha suerte, toda la Iglesia se hizo Iglesia de los pobres, las monjas todas al servicio de los pobres: ¡qué cosa magnífica!”. Ahí, Dom Paolo dijo: “Sí pues, aquí en Sao Paolo 20% de la religiosas se fueron a las comunidades pobres; 80% se quedaron con los ricos”. Era mucho. Hoy día no hay 20%.
Esto fue una época de creación, una de esas épocas que hay a veces en la historia donde una efusión muy grande del Espíritu. Pero tenemos que vivir esa herencia: es una herencia que hay que mantener, conservar preciosamente porque eso no va a reaparecer. A veces me preguntan: “¿Por qué hoy los obispos no son como en aquel tiempo?” Porque en aquel tiempo es la excepción, o sea, en la historia de la Iglesia es la excepción: de vez en cuando el Espíritu Santo manda excepciones.
Y ¿quién va a evangelizar el mundo de hoy? Para mí, son los laicos. Y ya aparecen muchos grupitos de jóvenes que justamente practican una vida mucho más pobre, libres de toda organización exterior, viviendo en contacto permanente con el mundo de los pobres. Ya hay; habría más si se hablara más, si fueran más conocidos. Puede ser una tarea también auxiliar de la teología: divulgar lo que está pasando realmente, dónde está el Evangelio vivido en este momento, para darlo a conocer, para que se conozcan mutuamente, porque de lo contrario pueden perder ánimo o no tener muchas perspectivas. Una vez que se unan, formen asociaciones, cada cual con su tendencia, su modo de espiritualidad. No espero mucho del clero. Entonces es una situación histórica nueva.
Pero sucede que, en este momento, los laicos han dejado de ser analfabetos, eso ya hace tiempo: tienen una formación humana, una formación cultural, una formación de su personalidad que es muy superior a lo que se enseña en los seminarios. O sea, tienen más preparación para actuar en el mundo, aunque no tengan mucha teología. Se podría dar más teología, pero es otro asunto. Ahora no vamos a pensar que mañana los que van a realizar el programa de Aparecida, van a ser los sacerdotes. Yo no conozco todo, pero los seminarios que yo conozco, las diócesis que yo conozco, se necesitaría 30 años para formar un clero nuevo: y ¿quién va a formarlo?
Para los laicos es distinto: hay muchísima gente dispuesta, y gente con formación humana, con capacidad de pensar, de reflexionar, de entrar en relación y contactos, de dirigir grupos, comunidades, grupos. Pero muchos todavía no se atreven, no se atreven. Pero ahí está el porvenir.
Para terminar con una anécdota: me llamaron a Fortaleza, en el nordeste de Brasil. Ahora, Fortaleza es una ciudad muy grande: un millón de habitantes. La santa sede había apartado, marginado al cardenal Aloiso Lorscheider, mandándolo al exilio en Aparecida que es un lugar de castigo para los obispos que no han agradado. Entonces allí vino un sucesor, Dom Claudio Humes que ahora es cardenal en Roma. Claudio Humes suprimió todo lo que había de social en la diócesis, despidió a todos: 300 personas con la larga trayectoria de servicio, con capacidad humana; así, sencillamente. Un día me llamaron: eran 300, llorando, lamentando: “y ahora no podemos hacer nada; y ahora, ¿qué pasa?”. Yo les dije: “pero, ustedes son personas perfectamente humanizadas, desarrolladas, con una personalidad fuerte. Han tenido éxito en su familia, han tenido éxito en sus carreras, en sus trabajos profesionales. ¿De qué ahora se preocupan si el obispo quiere o no quiere? ¿por qué se preocupan si el párroco quiere o no quiere? Ustedes tienen toda la formación suficiente y la capacidad: ¿por qué no actúan, no forman una asociación, un grupo, en forma independiente? Porque el derecho católico -como muchos católicos no saben-, el derecho católico permite la formación de asociaciones independientes del obispo, independientes del párroco -eso no se enseña mucho en las parroquias, pero es justamente que sí, es importante. Entonces ustedes pueden muy bien juntar 4, 5personas para organizar un sistema de comunicación, un sistema de espiritualidad, un sistema de organización de presencia en la vida pública, en la vida política, en la vida social: 300 personas con ese valor. Si paga, si tiene que pagar a 5, cada uno va a gastar ni siquiera el 2% de lo que gana, o sea pueden muy bien mantener a 5 personas dedicadas a eso. Y las van a escoger entre 25 y 30 años porque esa es la época creativa. Hasta los 25, el ser humano se busca. A partir de este momento termina sus estudios, ya ha conseguido un trabajo. Entonces ya quiere definir su vida: estos son los que tiene capacidad de inventar. Pero no lo hicieron: ¿por qué? ¿por qué tanta timidez? Ustedes que son tan capaces en el mundo, ¡en la Iglesia nada! No se sentían capaces, necesitaban del obispo que les diga qué hacer, necesitan sacerdotes que les digan: ¿cómo es posible? A lo mejor no se les enseñó: pueden ser adultos en la vida civil y niños en la vida religiosa.
Pero nosotros podemos, nosotros podemos hacerlo y multiplicarlo en todas las regiones. Entonces el porvenir depende de grupos de laicos semejantes, que ya existen aunque todavía estén muy dispersos. El porvenir está ahí: es nuestra tarea a todos, empezando por los jóvenes. En Brasil hay en este momento 6 millones de estudiantes universitarios; 2 millones son de familias pobres -son pobres los que ganan menos de 3 sueldos vitales, porque con menos de 3 sueldos vitales no se puede vivir decentemente-. Dos millones. Y ¿cuál es la presencia del clero? Poquísimos; algunos religiosos. ¿De las diócesis? Nada. Y allí está el porvenir. Son jóvenes que están descubriendo el mundo. Claro, hay unos que entren en las drogas, que se corrompen, pero es una minoría, o sea, el conjunto son personas que quieren hacer algo en la vida. Si no conocen el Evangelio no van a vivir como cristianos: hay que explicar, pero no explicar con cursos de teología, sino explicar haciendo, allí participando de actividades que de hecho son realmente servicios a los pobres. Eso sí, se puede.
Tarea de la teología… Entonces habrá que cambiar un poquito: menos académico, más orientado al mundo exterior a todos los que no están más en la red de influjo de la Iglesia, que no le sirve. Pero, presencia en eso. Y una teología que se pueda leer, sin tener formación escolástica, porque anteriormente si no se tenía formación aristotélica no se podía entender nada de esa teología tradicional. Bueno, la filosofía aristotélica ha muerto, o sea los filósofos del siglo 20 la han enterrado. Entonces ahora tenemos que inventar: a ver en el mundo, ¿cómo nos abrimos?



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